27.9.10


Tengo fe en las reglas claras, las cuentas claras, las miradas transparentes.
Tengo fe en los afectos, en los que amo y los que me aman.
Tengo fe en las segundas y en las terceras oportunidades.
Tengo fe que la nada absoluta e irresoluble de la muerte se puede combatir en la memoria de los otros. ¿Qué somos sino el eco del contacto con el otro, qué somos sino la brisa, el tacto, el suspiro, el calor de la mirada de los demás que nos da forma?
Tengo fe en el coraje de los valientes ignotos que bregan por sus seres queridos cada día.
Tengo fe en los signos que iluminan el pensamiento, en la búsqueda de respuestas, en el camino que se enriquece con el saber.
Tengo fe en la verdad, en las certezas que nos sostienen.
Tengo fe en tu fe, en tu canción, en tu manera de comprometerte.
Tengo fe en las personas que transitan su camino para florecer en el recorrido, para florecer en algo nuevo y superior sin importar realmente cuál sea su destino.
Tengo fe en los milagros cotidianos, en los abrazos imprevistos, en los gestos de respeto de los que no nos conocen y en los de aliento de los que han sido testigos de nuestra lucha diaria.
Tengo fe en las palabras y en los silencios, esas palabras y esos silencios que fluyen como el agua mansa, que nos protegen de dolores inservibles, que nos evitan el derrumbe del espíritu.
Tengo fe en que la riqueza que nos dan los amigos es indestructible.
Tengo fe en tantas cosas que, con Dios o por Dios o sin él, no puedo no considerarme creyente.
Tengo fe en tu esperanza y en tus sueños, aquellos que nunca le has contado a nadie y los que has compartido conmigo.
Tengo fe en el honor que me da tu amistad y tu cariño, tengo fe en tu mano aferrándome en la caída.
No importa que tempestades se desaten en mi futuro, por qué vaivenes me llevarán las circunstancias yo puedo enfrentarlas,
voy abrigada con mi fe.