Reflexión sobre la lectura (una de tantas)
Las reglas del juego
Desconozco si las siguientes líneas podrán obtener la
categoría de estado de la cuestión de investigaciones futuras o simplemente
llegará a catalogarse como un breve e inesperado acto de sublevación académica.
Quizás solo se pueda definir como una reflexión extensa, más o menos
argumentada sobre el fascinante tópico de La Lectura. Asignar
la etiqueta que tendrán finalmente estas palabras será tarea del lector al
transcurrir la última página.
La amplitud de puertos a los que arribar y desde los
cuales partir para sondear las aguas del tema que nos trae, son muy amplios.
Por ello partiremos arbitrariamente
desde uno solo, la infancia. Es apropiado por el estatus iniciático de
esta etapa de la vida y porque trae intrínsecos los problemas del futuro.
Sencillamente no es igual el niño de un siglo atrás
al niño que fuimos nosotros, los que hoy tenemos treinta y pico, a los que hoy
son niños y mucho menos a los que aún no han llegado. Ha cambiado la época, las herramientas, los
intereses. Ha cambiado el mundo. Lo seguirá haciendo a pasos agigantados, al
punto tal de que es muy difícil acomodarse a ello y mucho menos predecir lo que
vendrá.
Sin embargo hay algo que todos tenemos en común, la
necesidad de comunicarnos, de generar puentes. La lectura es una gran
constructora de puentes, la llave maestra que accede mil puertas y estructura
la mirada.
¿Cómo llegar a los hombres y mujeres futuros que hoy
tienen el germen en esos niños iniciando sus pasos en el sistema escolar? ¿Cómo
escindirlos del ritmo de la cultura de la imagen y la inmediatez? ¿Cómo
enseñarles a palpar, a oler, a degustar solo con la imaginación? Y sobre todo
¿cómo lograr que ese placer se enriquezca y enraíce en sus corazones para toda
la vida?
De quimeras, utopías y algunas proezas es de lo que
hablaré en las siguientes páginas. Como decía un viejo libro de cuentos de mi
infancia: ¨… no traigan paraguas ni una capa roja ni una gran cartera, para
llegar a mí, basta solo fantasía y bondad. ¨… y los textos de quienes están
haciéndose mis mismas preguntas. Bienvenidos al paseo.
La lectura
infantil, complejidades para un mundo ya complejo
¨ La
pobreza y la ignorancia hacían la vida más difícil, más insípida, como
encerrada en sí misma; la miseria es una fortaleza sin puente levadizo.¨
Albert Camus – El
primer hombre
Michéle Petit (1999)
utiliza esta cita para hablar de los círculos de pertenencia de los que queda excluida
la persona que no tiene acceso a la lectura, marcándose por la pobreza la
diferencia de horizontes y espacios que conforman los marcos de referencia de
los diferentes grupos. Sin embargo yo prefiero hacer hincapié en otra palabra
de la precedente cita. La palabra que destaco es ¨
insípida ¨. Camus define así la vida del que queda fuera por pobre y por
ignorante. Lo importante, entonces, es que la lectura nos permite sobrellevar
mejor todas las circunstancias de la vida, las que son inevitables y las que
por nuestros propios pasos se nos presentan. Creo que esta pobreza es tan
terrible como la escasez de bienes materiales, creo que esta pobreza es la que
aleja definitivamente los horizontes de las personas al punto de quedar miopes
y apartados. Y es ese gusto, el placer que nos brindan los incontables mundos
propuestos a través de los libros la mejor y mayor riqueza que podemos
entregarles a nuestros niños.
Desde el principio de la vida tenemos la necesidad de
conocer historias. Primero desde la voz de nuestros padres con el cuento previo
al sueño y luego… con el cine y la televisión. Y aquí es donde se nos diferencian las
problemáticas que tuvieron que enfrentar los pedagogos ancestrales, y no tanto,
de las que vislumbran los docentes y todo aquel adulto que haya captado o
descubierto la importancia de ser lector.
En la historia pasamos de la lectura social radicalmente
determinada por la interpretación del que leía para todo un público analfabeto
a la lectura individual y silenciosa libre de censura que propicia la intimidad
y la libertad tanto del que lee como del que escribe. Pero nos encontramos aquí nuevamente en
rígida posición vertical frente a la computadora, donde las palabras están
exhibidas impudorosamente a los ojos de cualquiera que surque el espacio en le
momento que estamos leyendo.
Volvimos a la inmovilidad, volvimos a sostener el
rollo con ambas manos. ¨ La pantalla de la computadora nos retrotrae a la época
del scriptorium medieval: las manos en posición fija, sobre el teclado; los
ojos mirando el texto expuesto en vertical; la espalda rígida.¨ Describe así
con un sesgo de nostalgia la autora de ¨ Pasado
y futuro del verbo leer ¨ Emilia Ferreiro.
La autora propone ciertos puntos de reflexión que juegan un papel
fundamental a la hora de determinar la importancia de la lectura. Entre ellos
destaco: el punto en el cual nos habla de la ¨ cultura de la interrupción y de
la impaciencia ¨ (Barbier Bouvet, 1993) propiciada por el uso del controlo
remoto y ¨ que conduce a la fragmentación del texto. Yuxtaponer, privilegiar
los ¨ tiempos fuertes ¨ en detrimento de las transiciones, cambiar
continuamente antes de tener tiempo de analizar…¨ (Emilia Ferreiro, 2001). La
simplificación ortográfica, aún más profundizada por las redes sociales en
Internet y la mensajería de texto de la telefonía celular y el desfase
generacional que la velocidad de l cambio tecnológico abre entre los más
jóvenes, para los que todo se ha naturalizado, y los más viejos que fueron
testigos del comienzo de esta nueva era.
Por lo tanto, la lectura se resignifica en términos
de herramientas, de soportes pero no debería perder la calidad de propiciadora
de más herramientas, a las cuales se accede solo por el saber (cabe aclarar que
no me refiero específicamente a un saber académico). Ya que nuevos lectores
conciben nuevos productores de textos y ya que ¨ Sin el dominio de la escritura
y de expresión oral, difícilmente se logra la participación cívica plena,
pacífica y productiva ¨ (Doris Sommer, 2009).
Apropiarse de la lengua a través de la lectura evita
barreras sociales, discriminación, miedo a la otredad por desconocida; propicia la toma de la palabra, la ciudadanía
activa. El lenguaje nos constituye, las cosas son porque las podemos nombrar,
son tangibles, transformables porque les asignamos un nombre. Y así sucede
también con las personas. La lectura
abre el mundo de la imaginación, lo cual es en el caso de los niños, la gran
inversión para el futuro; inversión que promete adultos con pensamiento
crítico, con sentido y conciencia de su propia experiencia, adultos fuertes con
referencias culturales que les dan soporte y forma.
¨ Los libros son también compañeros que consuelan, y
en ellos encontramos a veces palabras que expresan lo más secreto, lo más
íntimo que hay en nosotros ¨, ¨ como decía Breton en El amor loco, ¨ es verdaderamente como si yo me hubiera perdido y
de pronto alguien viniera a darme noticias de mí mismo ¨¨ (Michéle Petit,1999).
La lectura da soporte, tiempo para la reflexión,
tiempo para estar con nosotros mismos, nos abre las puertas de otros mundos
donde encontrar pertenencia. Sin ese juego propuesto por la lectura y la
imaginación es que se torna insípida la vida, como las frutas de plástico que
alguna vez, tristemente, estuvieron de moda, puede haber color, puede poblarse
de tantas cosas, pero aquellas que no llegamos a nombrar por desconocimiento
quedan fuera y dejan el vacío, el gusto de la ceniza, eso que sin acertar a
saber qué es, nos falta.
Por ello comparto el pensamiento de Doris Sommer,
sobre el poder transformador del arte, y la necesidad de transmitir esto en las
escuelas y en las familias. Porque más allá de los falibles y a veces cobardes
modos de los docentes para enseñar literatura, creo que el puntal fundamental
del que no debemos olvidarnos es el del hogar. Un hogar en donde no se lee,
difícilmente construya lectores que se prolonguen en el tiempo más allá del
ciclo escolar.
Como maravillosamente dice Daniel Pennac en Como una novela ¨ no se fuerza una
curiosidad, se la despierta ¨ y es en el hogar donde encontramos la primera
posibilidad de plantar la semilla del lector con los cuentos a la hora de
dormir, con el compartir la lectura primero mamá o papá, luego los dos, cuando
el ingreso a la escuela ya le regaló a l niño herramientas para caminar solito.
Y también, cuando ya es un lector consumado, y todavía arde en él la curiosidad
y la maravilla, y otras actividades no lograron sustraerlo de la necesidad del
libro, también ahí la familia tiene posibilidad de seguir alentándolo, no con
exámenes de interpretación o de destreza en el leer, sino con el compartir las
impresiones causadas a ambos lados, con las diferencias en los párrafos
preferidos, con la conversación que lleva a compartir mucho más que el
contenido de las páginas del libro.
Creo que si los padres y los tíos y los abuelos
leyeran más los mismos libros que leen sus niños así como miran las películas y
las disfrutan, encontraran un mundo nuevo donde encontrarse con los pequeños y
no tanto, donde acompañarlos y ser acompañados. Veladas por el placer gratuito
de compartir y aprender historias. Esta trinidad formada por el libro y ellos y
nosotros que es solo una forma tangible del amor.
Abrir el mundo de la lectura, evitando la imagen de
lo obligatorio, propiciando la libertad de elección, sugiriendo; desde la
escuela, desde el hogar, instando a los adultos a ser partícipes de la educación
de los niños, invitándolos a sumarse en otros ámbitos como las bibliotecas. Es
decir, abrir el mundo de la lectura a los niños desde todos los flancos
posibles, a fin de que tengan ellos luego la opción de no leer por elección
pero no por desconocimiento de los inconmensurables y asombrosos mundos que
tienen los libros para obsequiar.
¨El
deber de educar, por su parte, consiste en el fondo en enseñar a leer a los
niños, en iniciarlos en la literatura, en darles los medios para juzgar con
libertad si sienten o no la ¨ necesidad de los libros ¨. Puesto que si bien se
puede admitir sin problema que un particular rechace la lectura, es intolerable
que sea – o se crea – rechazado por ella.
Es
una tristeza inmensa, una soledad en la soledad, estar excluido de los libros –
incluidos aquellos de los que se puede prescindir. ¨ (Daniel Pennac, 2007)
Se trata entonces de buscar incansablemente el modo
de hacer de nuestros niños lectores frecuentes, para que puedan ellos luego
buscar el camino y las páginas que prefieran recorrer; se trata de tomar
conciencia del contexto en el que estamos insertos, que brinda tantas
herramientas como palos en la rueda, sin culparlo de lo que nosotros mismos no
hemos intentado. Se trata de encontrar el modo de que los más pequeños compartan
un universo que los convertirá en mejores alumnos sin duda, pero también en
mejores compañeros, en ciudadanos más solidarios.
La vastedad creativa que proporciona la lectura se
imprime en los demás ámbitos de la vida, se instala en lo cotidiano y nos
impide para siempre sentir el peso de la soledad, nos fortalece, nos cobija,
nos sustrae del ostracismo, nos rescata de una vida insípida.
Bibliografía :
Petit, Michéle. 1999. ¨Lo
que está en juego en la lectura hoy en día¨ en Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica
Ferreiro, Emilia. 2001.
¨Pasado y futuro del verbo leer¨ en Pasado
y presente de los verbos leer y escribir, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.
Sommer, Doris. 2009. ¨Lectores
creativos, ciudadanos plenos: las enseñanzas de La Cartonera¨en Congreso
internacional del Mundo del libro, México, Fondo de Cultura Económica.
Pennac,
Daniel. 2007. ¨ I. El derecho a no leer ¨ en Como una novela, Colombia, Grupo Editorial Norma
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